unos días de parón veraniego, principalmente porque no tenía suficiente cobertura en la costa...
Hace unos días tuve la inmensa fortuna de poder cazar junto con mi padre y un amigo suyo, Antón. Lo primero, 250 kilómetros de desayuno hasta el coto, saliendo a las 6 de la mañana.
El coto está en la zona de Burgos, mucho trigo recién cosechado, girasol (sorprende la cantidad!) y algún otro cereal. Buenos regatos y zonas de monte en pendiente no cosechadas.
Antón llevaba sus dos perros, dos estupendos Spaniel, uno negriblanco y el otro pardiblanco. En negro tiene ya sus casi once primaveras cumplidas, y el otro, casi 10.
Ambos se lanzaron de las jaulas de transporte como locos y empezaron a rastrear (seguramente perdices) por la zona del coche.
Obedientes, comenzaron a trabajar en los regatos... la primera hora, no vimos absolutamente nada, con bastante cansancio para los perros... Cambiamos de ladera, y Anton escogió un estupendo regato, bastante profundo, convencido de que ese era el sitio, trigo a un lado y lugar de protección perfecto.
Ambos Spaniel se lanzaron al regato y empezaron las "puestas", preciosos, moviendo la cola, quietos como estatuas! Al comando de Antón, entraban y sacaban las preciosas Codornices... una detrás de otra... Antón iba por la parte alta del regato, yo por la baja y salían más para su lado que para el mío! Pero el disfrute de ver a un GRAN CAZADOR también es premio de sobra para otro cazador.
Cada Codorniz un disparo, nada de tiroteos, a pesar de portar una Benelli Crio Comfort estupenda!.
Yo llevaba la antigua paralela de mi padre, una Eibarresa Bull, siempre fiel y pegona como una burra enfadada. Varios tiros, premios para mí, 6, que tampoco está nada mal.
Anton seguía con la mirada las pocas codornices que escaparon, para ver donde volvían a esconderse. Y la directa era ir a por ellas y allí, con sus dos fieles compañeros de caza, las sacaba y cobraba sin excepción.
Tampoco dejaba de cobrar ninguna, aunque nos llevase media hora encontrarla, síntoma clarísimo de lo que es un cazador y no un escopetero como se ven muchas veces por el campo.
Al final de la jornada, baño para los perros en un riachuelo cercano, una comida en un restaurante cercano y de postre, los otros 250 kms de vuelta. En silencio, pero con satisfacción, uno de haber tenido un excelente día de caza con 18 preciosas codornices, otro de haber visto a un cazador experto en acción y a otro prácticamente "novel" y el tercero, de haber disfrutado de la experiencia y compañía de los otros dos.
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