Buenas,
ayer fue una de esas jornadas de caza
menor de las de "aventura"... Quedamos a las 09.00 de la mañana
en nuestra zona de caza en el coto. El termómetro marcaba 4,5 con la
estrella de nieve, algo de viento, lluvia bastante constante y barro y más
barro.
Comenzamos desplegándonos a una distancia
de unos 30 metros los unos de los otros. Los perros adelantados. La
zona a cazar, una ladera de una sierra con muchísima maleza y varios barrancos,
con riachuelos en sus "mini" valles.
Nada más arrancar, saltó un zorzal del que
abatí de un disparo. Pena que no pudimos encontrarlo debido a la maleza.
Después de unos 20 minutos andando,
comenzaron a salir las perdices, con su "mítico" aleteo rápido.
Fallamos varios disparos, pero a la tercera, vi las plumas en el aire, la
perdiz comenzó a planear. Desencaré el arma y cual fue mi sorpresa al ver
que después de unos metros de vuelo hacia abajo, comenzaba a aletear de nuevo!
Estas perdices salvajes parece que llevan chaleco antibalas!
Disparaba con 34 gramos y 6ª!.
Varios barrancos después, con su barro,
sus zarzas, teniendo que pasar por los "pasos" fabricados por los jabalíes
(pasando en cuclillas, o directamente "reptando"), las perdices cada
vez nos salían más largas. Aquello parecía el chiste famoso de "o
mato esta perdiz o la echo de España!".
Al final, la percha se saldó con dos
zorzales por mi parte, dos perdices por otro compañero, y los otros dos, uno un
zorzal y el otro una perdiz que no encontramos. Gran mojada, gran
esfuerzo físico, arañazos, articulaciones doloridas, arma hundida de agua y
barro, perros cansados... Un gran día para el recuerdo!
La limpieza del arma es clave, desmontarla
completamente, secar todas las partes, limpiarlas a conciencia (si es necesario
con estropajo, agua y jabón!), secar de nuevo, aceite y secar restos.
Para muestra, usé la navaja para quitar
maleza en algún paso difícil, horas después, estaba así! (Opinel de 12,
maravillosa compañera!)