Si bien el que montea, con orgullo se llama montero, sabe siempre que la montería es posible gracias al rehalero.
Aunque el origen de la montería es discutido, parece que se sitúa en la baja edad media, y siempre en España, hay un factor que hace que la montería se haya mantenido fiel a su origen y sin duda, eso son los perros y el que los comanda, el rehalero.
Como si se tratase de un director de orquesta, dirige a los perros y mueve la caza, buscando que el monte se mueva y la dehesa se llene de carreras alocadas, que con suerte, el montero transformará en lances.
Para ser rehalero, hay que valer, y en mi opinión, se nace aunque hay quien dice que se puede aprender. Andarines incansables, que abren caminos donde no los hay, que pasean entre las bocas de los cañones de armas cargadas, y lanzan a sus rehalas a la persecución y captura de jabalies y reses. En muchas ocasiones rematan lances peligrosos, buscando la seguridad de sus perros, enfrentándose y viendo la muerte en primera persona, sacando el máximo a sus perros, que tienen tal devoción por sus amos, que a su grito, no dudan en lanzarse a un precipicio o a un tumulto con un navajero repartiendo cuchilladas indiscriminadamente.
Los hay distantes, adustos y recios... los hay menudos, bromistas y deslenguados, pero todos ellos, llenos de coraje, puñal en mano, son capaces de dar muerte, o llevar a su perro herido en brazos.
Alguno me ha arrancado mas de una sonrisa con el grito a sus perros, ¡Pantoja!, ¡Jesulin!, ¡Kiko! por el nombre que tenían sus perros.
Mas de uno me ha subido las pulsaciones al grito de "¡Ahí va el guarro!", o "Baja un guarro muy grande!".
Desde aquí, amigo rehalero, te doy las gracias, por hacer posible el sentimiento montero. Que nadie apague tu voz, que nadie dude de tu amor por tus perros, Que la montería española, se lo debe todo al caballero rehalero.
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