lunes, 15 de junio de 2015

Retomando lances... a veces las esperas no son lo esperado...

Bueno,

después de un "descanso" volvemos con fuerzas renovadas.  Han sido tiempos de lectura, de estudio, de análisis...  Combinados con jornadas de tiro al plato y más y más conversaciones twitter con "compañeros de afición"...

La semana pasada comencé las esperas.  Una vez me dieron la luz verde la gente del coto, comencé a preparar la noche de la primera espera.  Eran días de grandes calores y bochornos así que confiaba en una noche de verano... nada más lejos de la realidad!!!

Los jabalíes estaban ya entrando y bajando a las zonas bajas del monte.  Las bañas estaban bien pisadas y removidas.  Observe durante días la previsión del tiempo y llegó el día de autos ... Cielo color ceniza, viento racheado... Me encamine al coto cargado de ilusión, arma lista, munición preparada, ópticas perfectamente limpias...  Y un viento tremendo...

Nada más llegar al puesto pude ver que el viento venia casi de todas las direcciones... mala cosa... Me aposté hacia las 9 de la noche, el cielo cada vez más negruzco... confiaba en tener algo de visibilidad por la luna visible al 44%... pero no contaba con las nubes densas...

A las 10.30 de la noche comenzó a llover suavemente primero, y con los minutos, fue arreciando hasta convertirse en lo que conocemos como una "tormenta de verano"... una tormenta de verano de las que no cesan, gotas pesadas y gruesas, de las que mojan los huesos...  Protegido por la chaparra, cobijo inexistente, llegaba el estupendo perfume de la hierba mojada... Muchas veces veo en la carta de algún restaurante la terminación de "a las finas hierbas".... nadie sabe bien lo que son las finas hierbas hasta que no ha olido los aromas del monte recién bañado por una tormenta de verano...

La lluvia no cesaba y no tenía pinta de ser una gran noche de espera... disfruté de la lluvia, la oscuridad y el monte mojado durante un par de horas más, hasta que decidí desmontar el campamento y bajar hacia el coche.
De camino al coche, sorprendí a un par de crías de gamo bastante despistadas que cada 3 zancadas se detenían a mirarme.  Un bello espectáculo bajo la lluvia refrescante de la sierra de Madrid.

Aunque fue una espera inesperada, disfruté de los "perfumes" del campo, de las miles de gotas rebotado contra las hojas de la vieja encina y del regalo de ver dos estupendas crías de gamo casi tan sorprendidas como yo.

Siempre es un placer sentir el campo, nunca mejor dicho, sin poder ver casi nada, todo olfato y oído...

Volveremos esta semana a disfrutar del espectáculo que nos regala el campo por la noche...

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