Y despúes de unas cuantas cábalas para poder quedar, llego el Domingo por la tarde.
Nos encontramos Javier, su hijo y yo. Nos fundimos en un abrazo de amigos, de viejos amigos. La oportunidad era maravillosa, cazar en el cazadero de los que yo considero unos de los grandes cazadores de España del momento, y disfrutar de su compañía.
Después de un café, nos dirigimos al cazadero en compañía de unos compañeros y amigos, su hijo y Javier.
Zona en un alto, pinos bajos pero limpios, siembra en frente y a los lados. Javier despliega su puesto, sillas, nevera, cartuchos... casualmente JG también... debe ser que al final todos tendemos a optar por una de las mejores marcas de munición actual.
Nada mas colocarnos, vemos movimiento y algún disparo asilado. Es pronto aun. Es una suerte observar como padre e hijo disfrutan del momento, como Javier guía a su hijo, controla su emoción, templa sus ganas, le observa... le cede su Benelli curtida en mil batallas... le hace sentir que el aprendiz, se acerca al maestro... le hace participe de su gran pasión por la caza... le envenena para el resto de sus dias... con este veneno maravilloso que es la caza y el amor por el campo.
Poco a poco, las torcaces se van dejando ver... aunque estamos en septiembre y la media veda esta a punto de finalizar, aunse atreven a acercarse, aunque despues de unos disparos, vemos como toman altura y esquivan las zonas de vegetación mas frondosa. No por nada se dice que son muy "vivas"... tienen una vista estupenda, una capacidad de vuelo completamente infravalorada y una velocidad de aprendizaje sobresaliente.
Poco a poco se van sucediendo los disparos... aseguro los disparos para hacer honor a la invitación. El hijo de Javier va dejando sus tiros algo traseros, y su padre le instruye. Poco después llega su premio... no cae a plomo, y la paloma le castiga con una caída a gran distancia, casi en otro puesto, pero es suya, sin duda.
Momento en el que Javier toma su Benelli y pacientemente y en su ritual, observa el cielo, avisando a unos y otros puestos. Celebra los aciertos de sus compañeros y es de una generosidad increíble al dejar cumplir a las palomas y no tirando larguísimo, cortando la opción de caza a los demás.
Una jornada memorable en la que tuve la suerte de disfrutar de un cazadero maravilloso, lleno de liebres y conejos, disfrutar de Javier, un maestro que no da lecciones, pero que enseña casi con cada comentario.
Un placer que tuvo su broche cuando al salir del coto, nos despide una treintena de maravillosas perdices apeonadas...
Maravilloso. Gracias Javier, maestro en muchas cosas, Gran Cazador, Gran Padre y Gran Persona.
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