viernes, 10 de junio de 2016

Inculcando la caza a nuestros hijos, nietos, amigos...

Hay muchas maneras de sentir la caza, cada uno tenemos la nuestra.  Arte, pasión, deporte, hobby, profesión, inspiración...



Cada uno lo siente a su manera.  Lo que si es cierto, es que la manera en la que cada uno de nosotros entramos en este mundo, marca la diferencia.  Muchísimos de nosotros aprendimos de nuestros abuelos, de nuestro padre, de un tio, de un amigo... siempre alguien querido y respetado por nosotros, alguien apasionado, con el que nos une o unía un lazo.  La experiencia de la caza además crea un vinculo que va mas allá de la relación que nos uniese y perdurará mientras vivamos.

A la hora de inculcar la caza, creo que es importantísimo establecer una serie de pautas:
  • El respeto y el amor por la naturaleza.  Seguramente la caza es la manera más pura de vivir el campo o la montaña.  Aprendes a aprender del campo, aprendes a ver donde antes no habia nada, aprendes a escuchar lo que antes era un ruido, y ahora es una imagen mental.
  • La seguridad.  La caza implica portar armas y siempre debemos inculcar la seguridad como lo más importante de todo, sobre todo en edades tempranas.  "Las armas las carga el diablo"...  Enseñemos a respetar la boca del cañón y donde apunta.  Enseñemos a tratar un arma como si estuviera siempre cargada.  Enseñemos que no son juguetes.  Enseñemos que las armas no son malas ni peligrosas si se usan con responsabilidad.
  • La limpieza y el cuidado.  No se trata de dejar el campo como lo encontramos, se trata de, muchas veces, dejarlo mejor que como lo encontramos.  Respetar las siembras, los arboles (que no son dianas), los rios.  Los cartuchos tardan en "biodegradarse"...
  • La sostenibilidad.  No se debe "arrasar" los cotos.  Cuidemos las especies y no las castiguemos en exceso.  Enseñemos que a veces hay que ayudar a la naturaleza poniendo agua cuando no la hay o facilitando alimento en épocas de "vacas flacas".  Muchas veces hay que "construir un coto" cinégétcamente hablando.
  • Enseñemos a manejar las armas.  Recordemos nuestra primera vez.  Seguramente la excitación bombeaba en nuestro pecho, dejandonos con una mezcla de sensaciones, miedo e ilusión.  Hagámoslo una experiencia para recordar.  En el fondo, es un privilegio poder ser "ese maestro".
  • La caza no se queda en el campo y no se desaprovecha.  Las piezas se recuperan, porque en el fondo son el fruto del campo y no buscarlo es un desprecio a la naturaleza.  
  • Expliquemos que la caza no es simplemente muerte.  Que la caza no es el disparo.  Expliquemos lo que es el lance.  
  • Enseñemos los trucos del campo, enseñemos la "supervivencia" y los trucos y las trampas de la naturaleza.  Enseñemos a aguantar los disparos y a dejar cumplir.  Enseñemos paciencia.  Enseñemos sigilo.  Enseñemos a esperar.  Enseñemos a disfrutar de "la soledad del cazador".
Ser maestro es un premio.  Una vez alguien nos miró con cariño, nos explicó la caza y nos cedió el arma.  Hagámoslo con cariño y disfrutémoslo.  

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